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domingo, 22 de junio de 2008

El Teatro Baralt se esfuerza por ser un "templo de la cultura"




Maracaibo, 4 de Junio de 2008.- Casi 125 años de historia hacen del Teatro Baralt un espacio significativo y muy arraigado en la preferencia de los marabinos. Monumento Nacional de Venezuela y Patrimonio Cultural de la Humanidad son algunos de los títulos con los que se lo conoce y que lo convierten en referencia cultural de la región.
La Universidad del Zulia (LUZ), Fedecámaras, el Consejo Legislativo, la Gobernación del estado, la Alcaldía de Maracaibo y el Centro Rafael Urdaneta son sus principales entes tutelares, pero eso no garantiza un aporte adecuado para el desarrollo de las actividades, pues el ingreso por parte de los entes gubernamentales es cada vez menor.
Zaida Gotera de Prado, presidenta del teatro, explicó que anualmente se reciben 132 mil bolívares fuerte de la Gobernación, que van destinados a la cancelación de los distintos seguros que requiere el espacio y al mantenimiento del mismo, Instituto de Artes Escénicas y Musicales (IAEM) ofrece 150 mil bolívares fuerte para el área de Teatro y Corpozulia 20 mil bolívares fuerte, que se utilizan para el programa de Formación Pedagógica.
''Estamos en un momento crítico. El sector gubernamental cada vez se compromete en menor grado con los centros culturales. Debe haber una mayor sensibilidad por parte de los políticos y empresas privadas para cuidar, mantener y preservar este espacio. En el caso de Corpozulia, el aporte que hizo el año pasado fue de 40 mil bolívares fuerte, ahora se redujo a la mitad. Si cada vez la ayuda es menor no podremos cumplir con las actividades de la manera en la que queremos''.
Cada vez menos
A pesar de los inconvenientes monetarios que se presentan Gotera de Prado aseguró que el trabajo por conseguir recursos no cesará. ''El único aporte que se recibía de la Alcaldía era el acuerdo de ahorro energético y ahora tampoco lo recibimos. Entendemos que no es culpa del ente, pero tiene que haber un compromiso por parte de la municipalidad para con el teatro, pues este es un centro de la ciudad, el primer escenario de occidente y se tiene que comprender que no podemos funcionar sin su apoyo''.
Un total de 900 mil bolívares fuerte se invierten anualmente sólo en las actividades y programas que ofrecen. ''El alquiler de los espacios, planes vacacionales y eventos de taquilla, son algunos de los programas que desarrollamos para obtener recursos. Afortunadamente somos bastante solicitados. La programación de este año está copada, ya está abierta la de 2009''.
Contó que las actividades de danza, cine y música deben realizarse con recursos propios. ''El IAEM sólo nos patrocina en lo referente a teatro, por lo que el resto de los programas que se ofrecen debemos hacerlos por nuestra cuenta, pero la idea es brindar todas las manifestaciones culturales y artísticas que se dan en la ciudad''.
Educación y cultura
Niños y jóvenes son los más beneficiados. Gotera de Prado comentó que las instituciones educativas tanto públicas como privadas y las comunidades organizadas encuentran en la sala del teatro un espacio en el que pueden expresar sus aptitudes de manera visual y auditiva. ''Los programas pedagógicos son sin duda la labor más importante que realizamos. Es en ellas donde se evidencia que a través de la cultura se pueden lograr grandes cosas. Es una herramienta para educar''.
Un total de 21 funciones mensuales, en las que se recibe a 500 espectadores aproximadamente, son prueba del compromiso del Teatro Baralt con la cultura. ''A través de nuestro trabajo se mejora la calidad de vida de las personas. La magia de la sala ha hecho reír y llorar a quienes nos visitan''.
Joya histórica
El Teatro Baralt, tal y como se le observa es una edificación de 1932. Estuvo cerrado por un espacio aproximado de 12 años, y se reinauguró en 1998, fecha desde la cual está concebido para no cerrar jamás sus puertas. ''Forma parte del eje cultural de la ciudad. Nos hemos convertido en un espacio en el que se enaltece el talento artístico y cultural de la región''.
Gotera de Prado aseguró que tanto el público como el personal que labora en la institución manifiestan amor y arraigo por el espacio. ''Estar aquí me da una energía especial, es uno de los muchos comentarios que he escuchado de los visitantes. Desde los directivos hasta los obreros también muestran un sentido de pertenencia por el lugar, eso se evidencia en la manera en la que cuidan las instalaciones''.
Las primeras ZARZUELAS del Baralt
Texto: Yesenia Rincón Castellano
Maracaibo entre 1959 y 1965 llegó la gran compañía española de zarzuela y opereta
Maracaibo, 6 de Abril de 2008.- “La zarzuela, que es un género musical español, era fácil de digerir, pues se cantaba en nuestro idioma y, pese a ser hija de la ópera, es mucho más alegre por lo que activaba la alegría caribeña de los marabinos y era muy aceptada”.
El grupo vino tres veces, en la década de los años 60. El público era gente mayor, entre 50 y 60 años. Se veía que eran marabinos que había recibido de sus padres muy buena formación cultural.
El pesado manto que forma el telón del Teatro Baralt se abre y el escenario marabino se convierte en la plazuela de San Javier de Madrid, de la España de los años 1838.
Aunque es el año 1959, en el escenario transcurre un tiempo más remoto, donde la historia de amor rosa y dulzona de una madrileña de barrio, Luisa Fernanda, toma vida en canciones interpretadas a todo pulmón —como en las óperas— por sopranos y tenores españoles que visitan Maracaibo para mostrar, por vez primera, el género musical de la zarzuela.
Sobre las tablas, la madrileña Luisa Fernanda (como se llama la zarzuela) se enamora de un militar ascendido a coronel y es cortejada por un rico labrador.
Esa zarzuela, escrita por el madrileño Federico Moreno Torroba en 1939, fue la primera obra que presentó la Gran Compañía Española de Zarzuela y Opereta, compuesta por unas 48 personas en escena, según las libretas de repertorio que repartían en la taquilla del teatro y, en la actualidad, son conservadas por el doctor Kurt Nagel von Jess, historiador marabino.
“Ellos se presentaron en tres oportunidades, entre los años 1959 y 1965, y la compañía fue integrando a actores de Caracas. Presentaron obras como: La rosa y el azafrán, Luisa Fernanda, La corte del faraón, La revoltosa, La del manojo de rosas, La verbena de la paloma, Molinos de viento, La de Soto del Parral que en una de sus canciones decía: ‘¿Dónde estarán nuestros mozos, que a la cita no quieren venir..”, recuerda con alegría el historiador fragmentos de las letras de una de las áreas de la obra.
“También trajeron operetas como: Marina, Las corsarias, Las Leandras, El conde de Luxemburgo, La viuda alegre y La casta Susana”, añade.
“Los Gavilanes, que es todavía una de las más conocidas, trata del amor de un hombre que regresa de América después de hacer su fortuna y quiere comprar el amor de una mujer que le dice: ‘Guarda indiano tu fortuna, que el amor no se compra ni se vende...”, recuerda Pierino Priolo, tenor y director de la Coral Lírica de la Secretaría de Cultura.
Para la época, en 1959, ya el teatro lleva 27 años de reinauguración y cuenta con casi mil butacas llenas todas por pobladores que van a ver las zarzuelas.
Entre la masa del público abunda el color gris de las cabezas de gente mayor, con edades entre los 50 y 60 años.
“Eran marabinos que habían recibido de sus padres muy buena formación cultural. Porque a finales del siglo XIX, a pesar de que no había universidad la gente tenía ansiedad de saber”, dice el historiador Ernesto García.
“La zarzuela, que es un género musical español, era más fácil de digerir, pues se cantaba en nuestro idioma y, pese a ser hija de la ópera, es mucho más alegre por lo que activaba la alegría caribeña de los marabinos y era muy aceptada. El teatro se llenaba”, asegura Kurt Nagel.
“Entre área y área, del telón se desprende otra tela con la letra de las canciones, para que el público las cante”, recuerda Von Jess, reviviendo aquel momento en que disfrutó de las zarzuelas acompañado de su novia, Becky Beck, marabina de ascendencia guayanesa y holandesa, conocedora de la música académica pues recibió formación para tocar piano.
Pobladores de la calle Carabobo como Rosa Auvert, de 62 años, recuerda que con esos conciertos había que trancar el tráfico en la calle de atrás del teatro, en la esquina de la policía, porque la gente pasaba y hacía bulla.
“Pero con el cierre de la calle, los choferes de los carritos por puesto se molestaban y tocaban corneta más a propósito de molestar el concierto. También en el jardín de al lado habían grillos que molestaban, porque el teatro era al aire libre, no existían los aires acondicionados”, rememora Kurt Nagel, quien para el entonces tenía 23 años y recuerda a su madre, Carmen Von Jess Lossada, molesta por todos los ruidos, puesto que era la presidenta de la Sociedad Zuliana de Conciertos, que trajo la compañía de zarzuelas.
“Mi mamá se ponía furiosa. El teatro tenía muy mala acústica, porque para empezar, era abierto y para que la gente no se muriera de calor, tenían unos ventiladores de pata grandísimos que también hacían ruido. Los pisos eran de madera y los muchachos más fastidiosos se sentaban arriba y dejaban rodar en el piso una botella de refresco para que sonara pasando entre las ranuras de las tablas, porque no estaba alfombrado. ¡Era todo un gallinero!”, narra entre carcajadas Von Jess.
La Sociedad Zuliana de Conciertos, fundada en 1946 y desaparecida en 1968, según Manuel Matos Romero, escritor del libro de Historia de la Música en el Zulia, trajo además de la compañía española de teatro unos 300 espectáculos musicales.

Los eventos eran con artistas de fama mundial como: Arthur Rubinstein (pianistas polaco, destacado como uno de los más importantes del mundo), Nicanor Zabaleta (virtuoso del arpa del siglo XX, de origen español), Yehudi Menuhín (violinista y director de orquesta de Nueva York), Bertha Singerman (actriz y recitadora rusa nacionalizada argentina).
Sumado a los más relevantes bailarines de ballet: Alicia Alonso (cubana), Anton Dolín (británico de origen irlandés) y Alicia Markoba (inglesa).
Al terminar la función los maracuchos se apelotonaban en la parte del frente del teatro, porque los artistas a pesar de su fama mundial eran muy sencillos y tenían la gentileza de salir a la taquilla a saludar y dar autógrafos.
Recuerda la señora Auvert con jocosidad: “Hasta la gente de los barrios cercanos, Saladillo y Empedrao, entraban de metíos a pedir autógrafos por sólo ver a los artistas catiritos, aunque muchos ni siquiera supieran quienes eran”.
Teatro Baralt conmemora aniversario con emotivo concierto
Erlyn Avendaño Struve
Emotivo, alegre y muy regionalista fue el concierto musical Entre Zulianos con el cual se celebró el 124to. aniversario del Teatro Baralt, el pasado martes. Betulio Medina, Ricardo Cepeda, Danelo Badell y Enrique Gotera ofrecieron un recital de lujo, acompañados por la Orquesta Típica del Zulia, quienes también derrocharon talento para las más de 650 personas que abarrotaron el histórico recinto.
La respuesta del entusiasta público fue sorprendente. La sala se quedó pequeña para los centenares de personas que asistieron, muchos de los cuales no pudieron entrar. No era para menos, el primer teatro de Venezuela, ese descrito por muchos como un "lugar mágico" cumplía otro año más fomentando la cultura.
A las 8.20 de la noche Zaida Gotera, presidenta de la Fundación Baralt, dio la bienvenida y agradeció el apoyo. Dijo que estudiarán la posibilidad de repetir el espectáculo para todas las personas que no pudieron entrar. Posteriormente le dio paso a Andreína Socorro, quien hizo un recorrido por la historia del teatro, en donde se presentaron artistas como Gardel, Teresa Carreño, Mario Moreno "Cantinflas", Marcel Marceau, Libertad Lamarque, y donde además se proyectó la primera película de cine.
El telón se alzó y apareció en escena la Orquesta Típica del Zulia, dirigida por José Luís García. La cantante Ana Lucía Belisario fue la encargada de iniciar el repertorio enmarcado en la esencia musical del estado. Interpretó los vals Retoño, Lluvia y Venezuela, arrancando los primeros aplausos. La potente voz de Gustavo Díaz, solista de la orquesta, deleitó con las danzas Chinita de Maracaibo, Pregones Zulianos y Maracaibo te añoro.
El turno de la gaita
Gaitas como Añoranza, Acuarela lacustre, Prefiero mi gaita, Fiesta decembrina, Aquel zuliano y Mi vida es cantar fueron interpretadas por Enrique Gotera, Danelo Badell, Ricardo Cepeda y Betulio Medina, quienes se llevaron los mayores aplausos. Los temas Cuando no sé de ti, Maracaibera, El pescador, Margarita, Mi promesa y La moza, también formaron parte del repertorio. Dos bailarines de Danzas Típicas Maracaibo también realizaron una corta actuación.
El momento cumbre llegó a las 10.00 de la noche, cuando los cuatro gaiteros se juntaron e interpretaron sorpresivamente La grey zuliana. El público, el cual no dejaba de aplaudir, se levantó de los asientos y los acompañó a corear el popular tema. Al final la gente salió con un buen sabor de boca y calificaron el show como "bello, espectacular y mágico".
Al evento asistieron personalidades de la Universidad del Zulia -creadores de la Fundabaralt- de la Gobernación del estado, Alcaldía de Maracaibo y de empresas públicas y privadas. La orquesta Típica del Zulia estuvo acompañada de un coro conformado por gaiteros.
Teatro Baralt de Maracaibo: 124 años en el tiempo
La primera construcción del Teatro Baralt se decreta el 28 de julio de 1877 por el General Rafael Parra y el diseño estuvo a cargo del ingeniero cubano: Manuel de Obando, bajo un estilo arábico. La obra es culminada 6 años más tarde y se inaugura el 24 de julio de 1883. Cuatro columnas toscanas conformaban su pórtico junto a una terraza bordeada por una baranda de hierro que la protegían.
La primera proyección cinematográfica en Venezuela fue realizada en el Teatro Baralt, en 1897, a cargo de Manuel Trujillo Durán, quien proyectara las primeras imágenes que se llamaban: “Muchachos bañándose en el Lago de Maracaibo” y “Célebre especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa”.
El Teatro Baralt tal y como está hoy, fue diseñado por el arquitecto Leonardo Jerónimo Hoet, e inaugurado en 1932, era propiedad del Instituto Pro Infancia: fundación construida por la fusión de la Clínica de Niños Pobres, de la Gota de Leche y del Instituto Josefino, instituciones creadas por el General Vincencio Pérez Soto, en beneficio de la infancia abandonada.
El Teatro Baralt de 1932, de estilo arquitectónico neoclásico amplió la capacidad a casi mil butacas, incluyendo tres niveles de balcones, una platea inclinada, un sótano y un edificio adyacente para camerinos y baños y un escenario alto, con poca anchura de boca y mediana profundidad.
Detrás del arco de la fachada frontal del Teatro en su parte superior se encuentra una máscara la cual fue realizada por los obreros de la edificación de 1932 en homenaje al arquitecto de la obra León Jerome Hoet. La decoración interior, estuvo a cargo del pintor zuliano Antonio Angulo.
Posteriormente en 1950 Don Apolodoro Chirinos Presidente del Estado Zulia, destina el edificio al funcionamiento del Hospital de Niños de Maracaibo.
El Teatro Baralt estuvo 18 años cerrado, hasta que en 1973 se reinicia un proyecto artístico por la recuperación del teatro el cual es detenido cuando el teatro es decretado patrimonio nacional.
Entre varios intentos y varias comisiones por la recuperación del teatro llega 1986 cuando se iniciaron los trabajos de rescate, siendo su reapertura en 1998, en el gobierno de Rafael Caldera.
Hoy el Teatro Baralt está a cargo de La Fundación Teatro Baralt; un cuerpo colegiado integrado por representantes de La Universidad del Zulia, el Ejecutivo del Estado Zulia, la Alcaldía de Maracaibo, la Comisión Legislativa del Estado Zulia, el Centro Rafael Urdaneta, Fedecámaras y el Consejo Nacional de la Cultura, quienes lo han regresado a su esplendor inicial de 1932 y donde se realiza vida cultural y de las artes escénicas a nivel regional, nacional e internacional, y desarrolla valores estéticos y artísticos, permitiendo su disfrute a los habitantes de Maracaibo y del estado Zulia.
El Teatro Baralt una obra del pasado aún presente; vaya nuestro reconocimiento a quienes trabajaron para que volviera a brillar como un ejemplo de “La Ingeniería de mi ciudad…”

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